21.5.05

Siempre en el fondo del bolso se encuentran panfletos de noches de insomnio... Cara y Ceca

Hoy me siento a pensar (y trato de escribir como siento y no sólo como pienso) cómo la abstracción puede enajenar a uno. Alejarlo de nuestra realidad (nuestro momento presente, contexto, historia) y llevarlo a la fantasía de la “realidad” actual que vivimos (la que nos venden y compramos). En este caso, a lo que me voy a referir es a las reacciones “naturales” (internalizadas, espontáneas) del ser humano. Las que se manifiestan cuando, ante cualquier caso para el que nuestra moralidad dicta un parámetro de comportamiento, uno tiende a pensar que todo aquello que lo viole está mal. Casi instintivamente nos pasa. Sin pensar, renunciando a nuestra capacidad racional que es justamente lo que nos hace humanos y nos diferencia (¿para qué?) de los animales. Entonces, a modo de ejemplo, procederé a reflexionar sobre un tema presente, de mi realidad, y al que se le aplica a este pensamiento. Cuando uno se enfrenta a una situación de robo (no me refiero a los ladrones de guante blanco), piensa enseguida y únicamente, en la pobre gente que se ganó todo lo que tiene a base de esfuerzo y en los “malvivientes” que le robaron. Pero poca gente alguna vez se detuvo a pensar en la otra cara de la moneda, en la ceca. La que se puede entender (y no justificar) por la mera denominación que aquí no fortuitamente le asignamos: “malvivientes”. Porque justamente éste calificativo es lo que los hace pobres a ellos y no a los damnificados “reales” (para la policía y la sociedad). “Mal-vivientes” son justamente eso, personas a las que el Estado, el sistema, la sociedad (o como quieran verlo) les ha quitado la posibilidad de vivir dignamente. De poder ganarse la vida como la misma sociedad manda a hacer. Imposibilitados de esto, no les queda otra que salir a robar, a transgredir las normas morales para poder sobrevivir. No obstante, esto no pretende ser una apología del delito, de la ley de la selva, del sálvese-quien-pueda, ni, mucho menos (creanme) un comentario con intenciones desestabilizadoras al estilo canal nueve. Lo único que se pretende es mostrar que como toda moneda (o billete), las cosas tienen dos caras. Una, la que nos venden y compramos desde que nacimos. La de los “malos”, “pervertidos”, los que “prefieren” la vida por fuera de los límites preestablecidos, los estigmatizados. Otra, la de los que sufren la exclusión, la desigualdad, las consecuencias de la “cara” anterior. Estas dos posiciones de la misma moneda, no obstante, están claramente definidas y, por ende, distinguidas. La primera, la que contempla el mundo de manera monocroma, binaria (la de los buenos y los malos), es la cara; y la segunda, la de las tonalidades de grises, la de las múltiples lecturas (“la otra”), es la ceca, no fortuitamente el reverso.

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