26.5.05

Porque a veces uno se prende una escarapela al morral..."Cuántas banderitas!"

25 de Mayo

“Bandera de la patria. Celeste y blanca. Símbolo de la unión y de la fuerza...” El recuerdo de aquella tarde es poco nítido, casi todo teñido de blanco, de nube, de aquella sustancia de la que está hecha la memoria. De sentimientos, anacronía, impresiciones, y algo más también. Aquella tarde de Junio, la de las corbatitas por primera vez. La del molesto jean y la gomina. La de la filmación de mis papás. La del “sí, juro”.

“Yo quiero a mi bandera, yo quiero a mi bandera... planchadita, planchadita, planchadita...” La tarde de ayer caía durante la vuelta a casa junto con mi mamá. Es la del recuerdo más discernible, de mejor definición. La de Córdoba congestionada y cargando a cuestas “la estupidez de querer regresar a París por la autopista del sur un domingo a la tarde”. La de la radio agobiante. La de los miles de autos con banderitas celestes y blancas. La del “patriotismo”.

Estos dos episodios antes mencionados están separados por aproximadamente 11 años. 11 años donde pasó mucho, aunque para algunos casi nada. 11 años de democracia, 11 años de vida en sociedad, 11 años que distinguen a un niño de un orgulloso aunque bastante incomprendido “sí, juro”, de otro un poquito menos orgulloso, pero mucho más desconfiado ser. 11 años que permiten ver otras cosas atrás de las banderas. Por ahí escondidas entre las franjas celestes, por ahí en las costuras, por ahí en las arrugas que le deja el viento al pasar, por ahí...

Ayer la capital era un desfiladero de autos con banderitas que ondeaban al viento. Los taxistas, orgullosos, apelaban a su patriotismo de turno para tratar de ganar un pasajero más que movido por los aires de Mayo lo prefiriera en lugar del otro “menos argentino”. El del pulcrísimo auto familiar que solo transportaba un señor de celular en mano y traje, la exhibía con su pecho inflado bajo el nudo de su corbata apretado. La señora del Peugeot con sus 2 hijos luchando en el asiento trasero, había pensado en ponerla cuando iba camino al colegio, pero la segura espera de los chicos en la puerta la impacientó y prefirió dejar pasar la oportunidad. Colectivos, motos, autos viejos, autos nuevos, etc. Todos tenían o querían su banderita que, como ya era evidente, estaban regalando en algún lugar de la capital.

24 de Mayo, último día previo al feriado. La gente había dejado de pensar al trasponer el umbral que separa el deber del placer. La mayoría, no obstante, recordaba que casi 200 años atrás empezaba un proceso de los más importantes en la historia argentina. El del cabildo abierto. El de los hombres que querían tener una calle a su nombre y se juntaban para discutir los pasos a seguir contra la dominación española de entonces (de entonces?). El que aún se ve en toda aula representado por el póster de Billiken. El de French y Beruti. El de las cintas azules y Blancas. Hoy, casi 200 años más tarde, el azul se ha tornado celeste y el blanco es aún más brillante que el de entonces. Los materiales son más sintéticos y su producción muchísimo menos artesanal. Pero esas no son las únicas diferencias, y mucho menos, las más importantes para mi. En lo que hoy pretendo hacer hincapié es en los intereses que hay detrás de estas banderas que más que unir o consolidar, intentan separar. Porque quien las repartía ayer guarda poco del altruismo que nos enseñaron en la escuela primaria de los “héroes” de nuestra nación. Ya no obra en función de la liberación de la opresión extranjera, sino que la permite, la soporta y la promueve. Se mueve por sus intereses, sosteniendo una ideología mucho más cerca del nacionalismo (mal entendido) que del patriotismo (alguna vez exaltado). Porque tampoco las repartía personalmente como French o Beruti, sino que se hacía presente en forma de escote esponsoreado. Esponsoreado por una radio que en su nombre resignifica también un número íntimamente relacionado a nuestro país. Paradójicamente, uno de los últimos motivos de orgullo (por supuesto deportivo).

Hoy, aproximadamente 11 años después, sigo creyendo en los ideales con objetivos puros, leales y utópicos de aquella infancia (hecha con la sustancia de la memoria). Pero trato de perder la ingenuidad que me demanda el presente. Para poder seguir creyendo lo que decía aquella vez, hace 11 años. Cuando esperaba que la bandera “...sea para todos los hombres mensajera de libertad, signo de civilización y garantía de justicia!”

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