22.7.05

No siempre al caer se hace ruido..."Silencios"

A veces hay palabras que nos acarician. También hay caricias que nos duelen. Dolores que sanan angustias, y angustias que desatan nudos más grandes.

Existen besos que no nos tocan. También hay abrazos que distancian.

A veces una palabra pronunciada pretende no ser oída, y otros silencios hablan por horas, charlan, discuten, susurran y hasta también, a veces, se callan.

Hay silencios incluso con música. Hay silencios que lloran sin derramar lágrimas, y millones de lágrimas son emitidas en silencio. Hay silencios que son eternos, pero que en su callar siguen hablando.

Al fin y al cabo, pareciera ser que a veces no depende de emitir sonido, sino de escuchar silencios.

6.7.05

Es que dentro de este morral por más viejas que sean, las hojas no se añejan..."Viaje en el tiempo"

Un tren que se dirige a Roma surca la ladera de una montaña y se pierde entre valles llenos de vegetación. Los colores se confunden, difunden y mezclan. La temperatura adentro es agradable. Afuera, un gris templado tiñe las nubes y da la apariencia de un clima bastante más hostil, pero típico de la hora y la época del año. Un vidrio transparente es lo que une (o separa) estas realidades. Vidrio que no es más visible que aquello que separa (o une) las realidades de los distintos pasajeros del tren, pero si más concreto.

En un vagón alguien escribe en un pequeño anotador. Su cuerpo denota cansancio, y mientras sus piernas reposan sobre la fila de asientos enfrentados, sus manos se muestran más activas que nunca y su rostro confunde a cualquier observador al querer representar las millones de emociones y sentimientos que lo atraviesan. Su pulso se agita. Su birome gasta toneladas de tinta y colorea la hoja en torno a unas vagas líneas horizontales que se han empeñado en permanecer paralelas, mientras las palabras danzan uniformemente a su alrededor. Su cabeza marca un ritmo que la mano pretende sin éxito seguir, pero ninguna puede alcanzar al corazón, que es el encargado de bombear los sentimientos a velocidades impensables.

A su alrededor se encuentra su mundo diario: su compañero de viaje (y hermano por elección), y un señor mayor que no puede disimular su incipiente sonrisa (mezcla de alegría, picardía y emoción) mientras duerme.

Los garabatos tratan de plasmar aquello que vivió apenas segundos atrás. El hombre, de unos 70/80 años había tratado de explicarles, en un italiano muy gentil (aquel que solo fluye cuando hay voluntad de ser entendido), que hacía más de 40 años que tenía intenciones de visitar Viena. 40 años imaginando ese momento. Idealizando aquellos lugares. Soñando amaneceres. Sus palabras les traían historias. Historias marcadas por el sentimiento, que se podía extraer de aquellos términos elegidos y que cargaban con las emociones contenidas en esos años. Términos que hablaban de alegría y satisfacción, pero que también dejaban entrever un dejo de tristeza. Finalmente había cumplido su anhelo, pero no de la manera que había pensado aquel día, mucho tiempo atrás, cuando esta ilusión recién comenzaba. Él era distinto ahora, sus motivaciones eran otras, y la vida era diferente. Aquel deseo, que algún día fue compromiso, otro muy distinto fue impotencia, y finalmente hoy fue realidad, había atravesado todos los caminos de las fantasías. Todos aquellos recorridos que transforman a las ideas en ilusiones, y que un día se deshacen al converger con la realidad.

Su vida en estos 40 años había cambiado mucho. Solo él sabe cuanto. Tal vez aquella decisión de no ir tras el gran amor. Tal vez el taller de la familia que debía atender. Tal vez su madre enferma, tal vez el temor a alguna de esas cosas, tal vez el temor a todas. Tal vez...

Pero por ahí la negativa, por ahí el desengaño intolerable, por ahí la familia lo necesitase, por ahí...

Flavia, de 5 años, y Mateo, de 3, pueden dar cuenta que su abuelo encontró otra mujer, pero por ahí no otro amor. Por ahí...

Sin embargo, hay cosas de las que se puede estar seguro. Su mente ya conocía esos lugares desde hacía tiempo. Aunque el pasar inevitable de los minutos los transformaba. Mudaban sus colores, se modificaba su entorno, cambiaba él. No obstante, aquel deseo original fue único y motivado, pero muchas veces postergado.

Es en estos momentos en que nos damos cuenta que el tiempo no solo tiñe los recuerdos, sino también las ilusiones. Nuestra mente las forma y nuestro corazón las deforma. Aquí reside la magia de los sueños. En ser aquello idílico, increíble, etéreo, informe. Pero también hay muchas ilusiones que, si bien cumplen con todas las características antedichas, a su vez son posibles. Y es por ahí debido a la existencia de esta posibilidad de cumplirlas que uno las mantiene, las estimula, las revive cada noche. Pero es también a raíz del temor que el hecho de satisfacerlas nos genera, lo que nos hace postergarlas, tratar de olvidarlas, otorgarles el status de utopía. Entonces, si uno llega a realizarlas, lo hace con la satisfacción del anhelo concretado, pero a su vez con el sabor amargo que la atemporalidad produce sobre cada uno de nosotros. Este desfasaje temporal es la inevitable expresión de toda acción que sobreviene a un sueño. Porque es en los sueños donde se vive por primera vez. Luego, solo se revive, o intenta revivir con fracaso garantizado. Sin embargo, es mejor no confundir, el desafío no es el dejar de soñar, sino el dejar de postergar los sueños y vivirlos. Porque si uno nunca puede hacerlo, nunca puede cumplir aquello que alguna vez deseo con toda el alma, entonces no hay consuelo que haga olvidar la oportunidad no aprovechada.

Entonces, mientras Vittorio duerme ya con su boca entreabierta pero sin perder la simpatía que lo rodea, la mano del joven da un último y preciso empujón sobre el papel. Allí donde terminan los garabatos y se sucede la nada, el papel en blanco. Entonces su brazo descansa, acompañando al resto de su cuerpo agotado por las extensas jornadas de viaje. Entonces su cabeza late más lento, mientras su corazón sigue pensando:

Todo sueño implica deseos de cumplirlos. Deseos que son nutriente para el alma.

Mientras tanto, el tren sigue avanzando ya entrada la noche, y lentamente Javier se va quedando dormido...y sueña...
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