30.8.05

En el fondo a veces encuentro hojas con juegos de palabras..."Arbitror, -aris"

Uno quiere lo que no tiene, uno espera lo que no va a pasar, uno anhela lo imposible, uno sueña y no quiere despertar. Hay quien llora de la risa, y quien ríe para no llorar. Hay quien habla y produce silencio y hay silencios que hablan de más. Se ve gente que muere hambre y otros los matan sin siquiera mirar. Se escucha gente que hace promesas, prometen nunca volver a escuchar. Uno de cada cuatro argentinos es indigente. Uno de cada dos argentinos es pobre. Uno solo se llena los bolsillos. Vivimos en el mundo de la paradoja, en el continente de la ironía, en el país del nunca más. Donde existen árbitros que imparten justicia, y lo hacen con arbitrariedad. Y es en esta misma frase donde se condensa el sarcasmo de nuestra realidad. Es en aquella palabra árbitro y en aquella selección hecha con arbitrariedad. La primera es la que refiere al que se encarga de hacer valer las normas, aquel que se atiene al código, aquel que debe cohesionar. Aquel que debe articular las voluntades y respetar los derechos de cada una de las partes, al imparcial. Mientras que la segunda es la forma en que se toman las decisiones y se construyen las normas a aplicar. Sin consultar, unilateralmente, despóticamente, de manera parcial. Entonces la vida está inmersa en una paradoja, entonces no existe la realidad. Entonces soñemos con imposibles, vivamos los sueños, caminemos sobre el mar. Entonces será imposible y cuanto más imposible más real. Ya que si todo es una paradoja, algún día ella también lo será y nuestros deseos más increibles se concretarán.

11.8.05

Sobre papeles que uno no guarda en el morral...Los nuevos reclutas de Al-Qaeda (Agencia AP)

Jamal se levantó temprano como todas las mañanas. Incluso, esta vez, hasta tuvo que aguardar en la cama que se haga la hora en que el “no-muy-bien-ponderado-radio-reloj” le indicara que había llegado el momento de incorporarse. En la radio, el programa habitual:

“Considerada ya incapaz de perpetrar grandes atentados transnacionales, la organización aprovecha ahora a individuos que no tienen que cruzar fronteras y que no reciben fondos del extranjero o realizan otras transacciones internacionales que podrían alertar a las autoridades.”

Desayunó lo poco que encontró en la heladera y emprendió su camino hacia su entrevista, la primera en mucho tiempo.

Salió de su casa masticando el último trozo de galletita de salvado. La mañana lo aguardaba, inclemente. El frío taladraba sus huesos aún no acostumbrados a estos climas. “...y a esto le llaman Verano...” alcanzó a pensar mientras se abrochaba la campera, aquel pedazo de tela que sobresalía por debajo de las migas y que pretendía darle abrigo.

Paddington. Primero llegaron sus ansias, su cabeza, sus pensamientos, luego el resto. Solo un par de estaciones de subte lo separaban de esa entrevista tan esperada. Apenas alcanzó a comprar el diario antes de que la chicharra que anuncia el cierre de las puertas lo succionara a él, y a sus esperanzas. Un asiento libre al fondo y una lectura para amenizar el viaje:

“La nueva Al-Qaeda encuentra hoy terreno fértil para captar reclutas, especialmente entre los hijos de los inmigrantes que llegaron a Europa”

Su madre, la primera mujer latina profesora de matemáticas en Reading, hubiera estado muy contenta por él. Empezaba una época de desarrollo personal. Un trabajo digno, un ingreso apropiado. Todos sus esfuerzos habían valido la pena. Las cosas finalmente estaban ocurriendo.

Picadilly Circus. Con esfuerzo logró hacerse paso entre una columna de turistas que bloqueaban las puertas. Cada uno con su respectiva cámara de fotos colgando y su mapa desplegado como quien quiere tapizar el interior del vagón con el motivo de las atracciones inglesas. Subió las primeras escaleras, sorteó los primeros perros policías, y debió formar cola para traspasar los molinetes. El subte le estaba resultando más tedioso que de costumbre. La gente a su alrededor lo observaba raro. Él ya lo había notado desde que se asomó a la calle. Jamal, como acostumbraba hacer ante situaciones que lo incomodaban, prefirió bajar la vista y tratar de descubrir las historias pasadas de los objetos que adornaban el suelo. La tapa de una birome que seguramente una niña había dejado caer en su afán por alcanzar el primer subte disponible; un papel ennegrecido con un teléfono (que una compañera de trabajo debe haberle colocado en el bolsillo del saco a otro muchacho con la más absoluta de las reservas y que, sin haber sido leido, se cayó del mismo cuando el muchacho sacó el ticket de vuelta a casa); el volante de una librería que deben haber estado entregando en la boca del subte, etc.

5 minutos a paso de hormiga hasta que finalmente pudo ver cual era el motivo de la demora. La policía estaba haciendo un chequeo de rutina, de esos a los que ya lo tienen acostumbrado tras el 7 de Julio. Por suerte, esa gente que lo miraba fijamente pudo zafar de la inspección y se perdió entre la multitud. Ya estaba casi sobre la hora. Buscó atravesar el control rápidamente, pero la policía le ordenó que se detuviese. Otra vez, a él. Vestido con su mejor ropa, pulcro como pocas veces, apurado como nunca. Otra vez a él. Algunas preguntas de rutina, un cacheo superficial. Disculpe las molestias, tenga un buen día.

Ya estaba llegando tarde. Caminó las 2 cuadras que lo separaban de aquel edificio acordado, el del gran cartel en la terraza.. Su diseño era antiguo, pero su fachada estaba reluciente. Como si no tuviera más que un par de años. Intentó pensar si en sus país existía algo tan bien cuidado como este edificio, o el de al lado, o aquel otro. Pero no pudo encontrar nada. Igual, este tipo de pensamientos lo sorprendían cada vez menos después de 5 años compartiendo el “English way of life”.

Timbre. Presentación y entrada. La secretaria le pidió que aguarde amablemente en el lobby. Jamal, como de costumbre, fijó sus ojos en la primera revista que se hallaba sobre la paquetísima mesa enfrente suyo y decidió darle una ojeada mientras esperaba nerviosamente.

“Las comunidades de inmigrantes son los principales recursos para esta Jihad global. Sus familias partieron en busca de una vida mejor, pero los hijos realmente no lograron integrarse a las sociedades que los recibieron.”

Jamal? Por favor. Gracias. La puerta se abrió ante su presencia. Adentro, 4 hombres reunidos alrededor de una larga mesa ovoide observaban la televisión. Inmediatamente, al notar la presencia de una sombra extraña, apagaron el aparato y se incorporaron. Jamal se sentó y la puerta se cerró detrás.

“...quienes se encargan de reclutar individuos para Al-Qaeda son muy hábiles para identificar principalmente a jóvenes vulnerables que están experimentando crisis personales, ya fuere por las drogas, el delito, la falta de empleo, la pobreza o la necesidad espiritual. Se les ofrece una ideología que explica las dificultades y proporciona una nueva forma de pensar.”

El creyó haberles dejado una buena imagen. Contestó todas sus preguntas, cumplió con todos los requisitos, hasta se jactó de haberles podido sacar alguna que otra sonrisa. Quedaron en llamarlo esa semana...

Jamal se deprimió cuando tiempo después se enteró que Sean, el chico de Liverpool, el del peor promedio de su año, era el nuevo abogado de la firma.

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