17.6.05

Porque hay papeles que, pese a saberse arrugados, no quieren quedarse de aquel lado del cierre..."de historias algo distintas..."

Sus ojos sudan lágrimas en el abdomen marcado de un famosísimo boxeador. Su rostro se deforma en el brazo cada vez más ancho del mejor futbolista de todos los tiempos. La estrella de su boina brilla en las noches más exclusivas de toda europa. Su firma rubrica y legitima todos los actos asociados con rebeldía en este mundo cada vez más poblado, y a la vez, más pequeño. Su imagen es el ícono contestatario por excelencia y, asimismo (y no paradójicamente), la máxima expresión del accionar de los aparatos ideológicos de un sistema que se empeña en mantener el “status quo”. Figura, para algunos, contradictoria a los hechos de la historia. Personalidad de atractivo magnético para todo investigador. Modelo de comportamiento (y motivo también) para unos u otros, ya sea para quienes lo denostan, como para quienes lo idolatran. Ejemplo para todos de la ética de la convicción y de la lucha por los ideales. Imagen monocroma de una remera de marca. Stencil de cualquier paredón. Genialidad del marketing. Negocio comercial. Apodo que se escucha en todos los idiomas, que prescinde de un nombre... y también de un apellido. ¿Es que acaso importa? “Una imagen, vale más que mil palabras”. ¿Pero cuáles, qué mil palabras? En todo discurso, que se enmarca dentro de un género discursivo, existen ciertos márgenes de previsibilidad (al menos así comentan los grandes semióticos). Márgenes que hoy por hoy se borran, o se quieren borrar en algunos casos. De esta manera, se pretende vaciar algunos hechos o símbolos de contenido, o mejor dicho, transformarlos. Cooptar a la historia para que, ella también, sea funcional a un sistema que requiere legitimarse de cualquier forma y a cualquier costo. Hoy por hoy, nos encontramos frente a un régimen que se tambalea. Resultado de un modelo que los países hegemónicos no cumplen, pero que quieren imponer. Que no respetan, pero que deben hacer respetar. Y tienen formas para hacerlo. Porque saben que, como todo fenómeno masivo, requiere para su correcto funcionamiento el sustento y la legitimidad que solo el consenso puede darle. Y para ello, cuentan con un procedimiento bien aceitado que cumple al pie de la letra todos los requerimientos. De esta forma, uno termina aceptando “racionalmente” (con los parámetros de razón que nos dan) lo que nos quieren imponer y sometiéndose a lo que se desea de nosotros. Así es como, uno concluye obrando también de manera funcional a un sistema que se “retroalimenta”, aunque cada vez peor, porque no puede evitar que comience a aparecer el “hambre” (en forma real y figurativa en este caso). Por supuesto, todo esto se produce inconscientemente, es decir, sin que uno realmente lo sepa o piense, y eso es lo más preocupante, y lo que requiere de nuestra especial atención. Esto nos instiga a dudar de lo preestablecido y a cuestionar lo “lógico”; nos compromete a buscar por nuestra cuenta el origen escondido y la historia escamoteada; pero sobre todo nos obliga a desconfiar de la visión unidimensional y encontrar las verdades alternativas, para que luego nosotros podamos construir nuestra propia verdad. En este mismo momento, en algún rincón del mundo, unos ojos tatuados secan sus lágrimas de sudor en el ring. En otro tugurio de la misma orbe, esos mismos ojos ven como su rostro recobra las dimensiones normales en el brazo cada vez más humano del semidios argentino del fútbol. Al mismo tiempo, un poco más acá, este símbolo, ahora en forma de estampado, flamea al viento entre miles de almas que reclaman justicia. Otro poco más allá, alguien compra una remera con un cara reconocida en ella para usar esta misma noche...

2.6.05

Será la vista que se tiene de estar apoyado sobre la cama..."Reflexiones de otoños y primaveras"

Julián entró nuevamente a su cuarto. Era de noche. Apenas unas luces frías alumbraban su jardín cada día más seco y descuidado. El incipiente otoño hacía mella sobre él. Sobre el jardín también. Las últimas hojas de lo que alguna vez floreció en una linda primavera parecían no querer despegarse de sus ramas (mucho más grandes y viejas que aquellas tímidas que recién asomaban un par de estaciones atrás). Su vida, como la de su jardín, estaba perdiendo sus colores. Colores maravillosos, que solo habían sido vistos por él (y alguien más), desde su ventana. Inolvidables. Reflejos de un alma rellena con sucesos de este lado del vidrio, empañado. Hoy, ya en un claro otoño, Julián vuelve a mirar para afuera. Desea colores. Anhela amaneceres que rocen lo rosado. Soles que avergüencen de rojizos. Cielos que parezcan celestiales... Pero solo ve hojas. Hojas que se revuelcan en el piso. Hojas, como las de su cuaderno, allí posado frente a él. Pálidas, como su propio rostro. Amarillentas, como esas otras del jardín. Estáticas, en clara contraposición a sus primas, que siguen danzando por el aire... Julián se reconoce entonces, en esa silla chillona por vigésima vez. Nuevamente frente a esa ventana transparente (no empañada), observando la noche. Solo pueden desprenderse de él palabras tristes, relatos emotivos, recuerdos grises (que algún día fueron arco iris brillante y hoy son meras líneas opacas). Entonces, apoya su pluma en el cuaderno y se deja llevar. A su lado caen las hojas, movidas por el viento otoñal. Caen unas sobre otras acolchonando el suelo. Ya no se podría atravesar el cuarto sin escuchar el crujido a su paso. Su cuarto es ahora un jardín. Como solo ocurre en los otoños. Entonces, recoge sus hojas como puede, quizás recordando aquellos usuales pedidos de su madre. Las pone a todas en una bolsa, y ésta, junto con las otras. Recién allí Julián se detiene. Recién allí se da cuenta que todas las bolsas están llenas de hojas. Hojas caídas en otoño. Otros otoños quizás, pero solo otoños. Fríos, tristes, solitarios. Recién alli se da cuenta que ninguna bolsa guarda flores. Flores de primaveras pasadas.
Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.